Diamonds in the sky
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Diamonds in the sky
Miró por segunda vez su reloj de bolsillo hecho en oro blanco, y tan pronto como lo hubo sacado se lo metió de nuevo en el chaleco. Habían quedado en dos minutos, pero como caballero le tocaba esperar a que ella llegara. Ni siquiera se había planteado ponerse la cinta plateada que les habían enviado por lechuza, aunque por lo que observaba, la gran mayoría de los alumnos la llevaba anudada en las muñecas;
él podría ir con quien le viniera en gana. Por algo era un Blood. Su madre, desdeñosa de los típicos diseños ingleses de túnicas de gala, había encargado su traje a un reputado sastre de Viena, que había conseguido hacer un trabajo inmejorable. Alternaba los colores negro y verde botella, con acabados elegantes, sobrios y que resaltaba sus hombros y la cintura. La camisa era de color blanco roto y llevaba una corbata verde oscuro con el broche con el emblema de los Blood en plata añeja. Impecable, como siempre. El cabello hacia detrás, con un poco de tupé y el acostumbrado negro en los ojos. Algunos estudiantes extranjeros lo miraban admirados, o curiosos, pero eso no le impidió mirar el reloj por una tercera vez.
Para evitar la tentación de hacerlo más veces, cruzó las manos tras su espalda. Miró en derredor, observando como la gente encontraba con facilidad a sus parejas y se reunían en grupitos para hablar de sus atuendos, o para especular sobre la decoración del Gran Comedor. A unos metros divisó a Adonis y le saludó con una sonrisa y un gesto con la cabeza. Esperaba pasarlo bien en aquella fiesta, no como en la anterior, en la que había acabado en el baño con Gwyneth ebria y unas siniestras alas volando en el techo. Si, seguro que todo iba mejor.
él podría ir con quien le viniera en gana. Por algo era un Blood. Su madre, desdeñosa de los típicos diseños ingleses de túnicas de gala, había encargado su traje a un reputado sastre de Viena, que había conseguido hacer un trabajo inmejorable. Alternaba los colores negro y verde botella, con acabados elegantes, sobrios y que resaltaba sus hombros y la cintura. La camisa era de color blanco roto y llevaba una corbata verde oscuro con el broche con el emblema de los Blood en plata añeja. Impecable, como siempre. El cabello hacia detrás, con un poco de tupé y el acostumbrado negro en los ojos. Algunos estudiantes extranjeros lo miraban admirados, o curiosos, pero eso no le impidió mirar el reloj por una tercera vez.
Para evitar la tentación de hacerlo más veces, cruzó las manos tras su espalda. Miró en derredor, observando como la gente encontraba con facilidad a sus parejas y se reunían en grupitos para hablar de sus atuendos, o para especular sobre la decoración del Gran Comedor. A unos metros divisó a Adonis y le saludó con una sonrisa y un gesto con la cabeza. Esperaba pasarlo bien en aquella fiesta, no como en la anterior, en la que había acabado en el baño con Gwyneth ebria y unas siniestras alas volando en el techo. Si, seguro que todo iba mejor.
Re: Diamonds in the sky
Durante aquellos días no había dejado de mirar el vestido que había comprado en una tienda que era la favorita de su madre y a la que se habían trasladado desde su casa hasta la capital francesa en cuanto ella supo que iba a ir al baile. Lo sacaba de su percha y lo extendía por lo menos cuatro veces al día. A veces tenía dudas de que no se viera bien con él, o fuera demasiado sencillo o muy escotado o el color poco apropiado. Otras le parecía perfecto, No le había dicho a nadie con quien asistiría, pero imaginó que Maluk, su Elfo, ya habría informado a sus padres que Wilhelm Blood había ido a visitarla a casa, porque si había una criatura mas indiscreta, esa era su anciano elfo. Al menos se había librado mucho de contar que había ido a visitar el Londres Muggle así que podía sentirse satisfecha. Su madre no había hecho ningún comentario, salvo que el vestido había que comprarlo en Paris, dicho en ese tono que no admitía réplica. Y como no quería responder preguntas, ella aceptó. Y a decir verdad, jamás pensó que iba a disfrutar tanto con algo tan frívolo y superficial como comprar un vestido, pero lo hizo.
Hasta el momento había permanecido tranquila, fué cuando sus compañeras empezaron a revolucionarse, a correr de aquí para allá con sus toallas en la cabeza, pociones y peinados, que empezó a ponerse nerviosa. Veía lo arregladas y bonitas que se ponían sus amigas y temió no estar a la altura de las circunstancias. Como siempre le faltaba seguridad en si misma, pero aquello era algo que no podía cambiar. Cuando volvió de la ducha, sus compañeras ya estaban terminando de peinarse y su habitación estaba llena de gente de otras habitaciones que habían venido a ayudar con el maquillaje o el peinado y de pronto se vió envuelta en aquella locura con todas las demas.
Una de las chicas le realizó un peinado que recogía parte de su melena en un trenzado flojo, de manera que por delante parecía que llevaba el cabello suelto. Entrelazados entre el pelo había colocado diminutos brillantes y florecitas a conjunto con el color del vestido y le había dejado dos mechones sueltos a los lados de la cara, después de rizarlos con calor vaporizado de su varita. Le encantó, porque parecía algo casual, muy dulce, no se veía demasiado peinada y era verdaderamente encantador. Después de agradecerle a la habilidosa chica por su obra, corrió, literalmente, a ponerse el atuendo para esa noche.
El vestido, color violeta oscuro, de corte sencillo estaba hecho de una tela vaporosa y ligera con caída suave que parecía flotar cuando caminaba con él. Tenía un escote curvo muy original bordeado de pequeñas piedras de strass y aunque también era algo mas bajo de lo que estaba acostumbrada a lucir, tampoco resultaba exagerado en comparación a lo que llevaban las demás. Se maquilló muy ligeramente, dando mas enfásis en los ojos, que era además lo que sabía maquillar mejor y después de muchas dudas, se puso una pulsera de diamantes en la muñeca derecha. Era auténtica, una de esas joyas que su madre se empeñaba en que luciera en aquellas ocasiones, y a que a ella no le gustaba llevar porque prefería la sencillez, pero era lo que mejor le iba al vestido y no quería ponerse mas que una pulsera y unos pendientes discretos.
Los zapatos eran unas sandalias de tacón plateadas estilo griego, con tiras con forma de serpiente que se enroscaban hasta el tobillo. Pensó que a Wilh le iban a gustar mucho, aunque era una pena que el vestido no dejara ver el detalle a primera vista. Se miró en el espejo una vez mas antes de abrir la puerta y dirigirse al pie de las escaleras frente al Gran Salón, donde Wilh le esperaría ya, porque pasaban unos minutos de la hora acordada.
Bajó las escaleras con rapidez sintiendo el vestido flotar a su alrededor como si no tuviera peso. Cuando divisó a Wilhelm esperándola, disminuyó la velocidad. No quería tropezar y terminar rodando por la escalera y eso podía pasar perfectamente. Tomando la punta del vestido para no pisarlo, bajó despacio los escalones mientas observaba el atuendo elegante de Wilhelm y su postura que le hacía parecer un caballero de otros tiempos.
-Hola Wilh- Dijo casi en un susurro. Notó que empezaba a ponerse colorada por la mirada que le dirigía y le sonrió con timidez hasta quedar frente a él.
Vestido de Gwyneth:
Hasta el momento había permanecido tranquila, fué cuando sus compañeras empezaron a revolucionarse, a correr de aquí para allá con sus toallas en la cabeza, pociones y peinados, que empezó a ponerse nerviosa. Veía lo arregladas y bonitas que se ponían sus amigas y temió no estar a la altura de las circunstancias. Como siempre le faltaba seguridad en si misma, pero aquello era algo que no podía cambiar. Cuando volvió de la ducha, sus compañeras ya estaban terminando de peinarse y su habitación estaba llena de gente de otras habitaciones que habían venido a ayudar con el maquillaje o el peinado y de pronto se vió envuelta en aquella locura con todas las demas.
Una de las chicas le realizó un peinado que recogía parte de su melena en un trenzado flojo, de manera que por delante parecía que llevaba el cabello suelto. Entrelazados entre el pelo había colocado diminutos brillantes y florecitas a conjunto con el color del vestido y le había dejado dos mechones sueltos a los lados de la cara, después de rizarlos con calor vaporizado de su varita. Le encantó, porque parecía algo casual, muy dulce, no se veía demasiado peinada y era verdaderamente encantador. Después de agradecerle a la habilidosa chica por su obra, corrió, literalmente, a ponerse el atuendo para esa noche.
El vestido, color violeta oscuro, de corte sencillo estaba hecho de una tela vaporosa y ligera con caída suave que parecía flotar cuando caminaba con él. Tenía un escote curvo muy original bordeado de pequeñas piedras de strass y aunque también era algo mas bajo de lo que estaba acostumbrada a lucir, tampoco resultaba exagerado en comparación a lo que llevaban las demás. Se maquilló muy ligeramente, dando mas enfásis en los ojos, que era además lo que sabía maquillar mejor y después de muchas dudas, se puso una pulsera de diamantes en la muñeca derecha. Era auténtica, una de esas joyas que su madre se empeñaba en que luciera en aquellas ocasiones, y a que a ella no le gustaba llevar porque prefería la sencillez, pero era lo que mejor le iba al vestido y no quería ponerse mas que una pulsera y unos pendientes discretos.
Los zapatos eran unas sandalias de tacón plateadas estilo griego, con tiras con forma de serpiente que se enroscaban hasta el tobillo. Pensó que a Wilh le iban a gustar mucho, aunque era una pena que el vestido no dejara ver el detalle a primera vista. Se miró en el espejo una vez mas antes de abrir la puerta y dirigirse al pie de las escaleras frente al Gran Salón, donde Wilh le esperaría ya, porque pasaban unos minutos de la hora acordada.
Bajó las escaleras con rapidez sintiendo el vestido flotar a su alrededor como si no tuviera peso. Cuando divisó a Wilhelm esperándola, disminuyó la velocidad. No quería tropezar y terminar rodando por la escalera y eso podía pasar perfectamente. Tomando la punta del vestido para no pisarlo, bajó despacio los escalones mientas observaba el atuendo elegante de Wilhelm y su postura que le hacía parecer un caballero de otros tiempos.
-Hola Wilh- Dijo casi en un susurro. Notó que empezaba a ponerse colorada por la mirada que le dirigía y le sonrió con timidez hasta quedar frente a él.
Vestido de Gwyneth:
Re: Diamonds in the sky
Estaba mirando hacia las puertas del gran salón cuando de repente notó un cosquilleo en su pecho. Era una de esas sensaciones que se tienen justo en los previos instantes de un gran acontecimiento, y él lo estaba sintiendo en aquel mismo momento. Sabía que estaría ahí, que cuando girara la vista hacia las escaleras la encontraría a ella, aquel cosquilleo solo podía tratarse de un augurio. Así, mientras esbozaba una sonrisa se giró hacia las escaleras, donde efectivamente, se encontraba Gwyneth. Cualquier adjetivo con propósito de elogio se hubiera quedado corto para describirla aquella noche: resplandeciente se quedaría corto, hermosa no le haría justicia, y espectacular sonaría extremadamente vulgar. Simplemente estaba perfecta. Llevaba puesto un vestido vaporoso de telas color violeta que le resaltaban el color de los ojos, y un peinado desenfadado pero elegante que no hacía más que realzar la elegancia natural y serena que Gwyneth poseía y en la que ella misma no parecía reparar. Sentía como algo dentro de su pecho se inflaba, aunque no quería parecer demasiado encantado con la situación;
tenía que guardar la compostura. Así, cuando ella estaba solo a unos pasos de él, extendió el brazo para que ella se aferrara.
- No deberías sonrojarte, tus mejillas no van a combinar con el vestido - sonrió, y depositó un suave y casto beso sobre su frente. –Estás preciosa.
El tacto de ella se le hacía extraño, pero extraño en un buen sentido, como si su piel hubiera extrañado largamente la de ella. Además llegaba justo a tiempo, cuando estaban abriendo las puertas del gran comedor, con el sonido de unas suaves trompetas de fondo que daban comienzo a la noche. El vestíbulo entero soltó un entusiasmado “¡Oh!” que duró breves instantes, ya que todos se apresuraron a entrar para ver de cerca la decoración. Quizá fuera percepción suya, pero la sala parecía más grande de lo que recordaba. Del techo colgaban témpanos de hielo gigantes, que brillaban con la iluminación procedente de lámparas de cristal caro. Como una extensión del hielo del techo, varias cortinas de raso caían hasta el suelo, anudadas con lazos de color plateado, y debajo de estas varias estatuas de hielo entonaban suaves melodías navideñas. Apenas dieron un paso, reparó en que caía lo que parecía nieve, pero más tarde pudo comprobar que tan solo se trataba de falsos cristales de hielo que daban un toque especial al ambiente del salón. Los alumnos extranjeros contemplaban todo con ojo crítico, aunque más tarde sonreían y comentaban en diversas lenguas lo poco que habían escatimado aquellos estirados británicos.
La gente, como de costumbre, se apartaba al paso de Wilhelm y algunos se quedaban mirando con disimulo a su acompañante. Suponía que ya era algo oficial, tradicionalmente, los miembros de último año de sangre limpia y familia influyente solían llevar al baile de Año Nuevo a los que serían sus futuros prometidos, y aunque ya hacía tiempo que esto no fuera así, suponía que la gente se pensaría cosas por el estilo. Miró a Gwyn de reojo y sonrió abiertamente mientras la acercaba un poco más a él. El director debería empezar el discurso en breves para dar a conocer los nombres de los campeones, por lo que se dirigió a uno de los bancos laterales, como les explicó la prefecta de Gryffindor, para sentarse junto a Gwyn y esperar a que la noche fuera eterna.
tenía que guardar la compostura. Así, cuando ella estaba solo a unos pasos de él, extendió el brazo para que ella se aferrara.
- No deberías sonrojarte, tus mejillas no van a combinar con el vestido - sonrió, y depositó un suave y casto beso sobre su frente. –Estás preciosa.
El tacto de ella se le hacía extraño, pero extraño en un buen sentido, como si su piel hubiera extrañado largamente la de ella. Además llegaba justo a tiempo, cuando estaban abriendo las puertas del gran comedor, con el sonido de unas suaves trompetas de fondo que daban comienzo a la noche. El vestíbulo entero soltó un entusiasmado “¡Oh!” que duró breves instantes, ya que todos se apresuraron a entrar para ver de cerca la decoración. Quizá fuera percepción suya, pero la sala parecía más grande de lo que recordaba. Del techo colgaban témpanos de hielo gigantes, que brillaban con la iluminación procedente de lámparas de cristal caro. Como una extensión del hielo del techo, varias cortinas de raso caían hasta el suelo, anudadas con lazos de color plateado, y debajo de estas varias estatuas de hielo entonaban suaves melodías navideñas. Apenas dieron un paso, reparó en que caía lo que parecía nieve, pero más tarde pudo comprobar que tan solo se trataba de falsos cristales de hielo que daban un toque especial al ambiente del salón. Los alumnos extranjeros contemplaban todo con ojo crítico, aunque más tarde sonreían y comentaban en diversas lenguas lo poco que habían escatimado aquellos estirados británicos.
La gente, como de costumbre, se apartaba al paso de Wilhelm y algunos se quedaban mirando con disimulo a su acompañante. Suponía que ya era algo oficial, tradicionalmente, los miembros de último año de sangre limpia y familia influyente solían llevar al baile de Año Nuevo a los que serían sus futuros prometidos, y aunque ya hacía tiempo que esto no fuera así, suponía que la gente se pensaría cosas por el estilo. Miró a Gwyn de reojo y sonrió abiertamente mientras la acercaba un poco más a él. El director debería empezar el discurso en breves para dar a conocer los nombres de los campeones, por lo que se dirigió a uno de los bancos laterales, como les explicó la prefecta de Gryffindor, para sentarse junto a Gwyn y esperar a que la noche fuera eterna.
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