The Quidditch Player
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The Quidditch Player
En cuanto hubo llegado a su habitación, tiró el baúl a los pies de la cama con dosel y se dejó caer sobre ésta, feliz de no compartir espacio con el idiota de Regal. Todavía quedaba un buen rato para el baile, aunque todos estaban realmente exaltados, sobretodo las chicas, que iban de un piso a otro de la torre de los dormitorios correteando en toalla, con el pelo lleno de rulos o con tocados de pelo realmente extraños. Ella se daría una ducha más tarde, se pondría el vestido y ya pensaría en algo que hacer con su cabello. Varias compañeras le preguntaron cómo podía estar tan tranquila, a lo que ella respondió con una vaga sonrisa y un "
demasiado trabajo para mi"
. En Navidad no había podido descansar bien, tan sólo los días en los que había compartido cama con Nick y se sentía sin fuerza alguna para bajar a la gran fiesta que se prepararía unos pisos más abajo en unas horas.
Cuando vio por la ventana que comenzaba a oscurecer, se levantó con parsimonia, se desnudó y puso rumbo a las duchas con su toalla anudada. Se tomó su tiempo, disfrutó del calor del agua, del vapor y del aroma achocolatado de su gel de baño. No le gustaba ir con prisas a casi ningún sitio que no fuera el campo de quidditch, y aquella no era una excepción. A su vuelta a la habitación, las chicas ya se estaban peinando. Una se aplicaba loción alisadora mientras la brocha de la laca de uñas se las pintaba de color rojo, otra se estaba haciendo una bonita trenza que parecía haberse enredado a mitad de su espalda, y Kim intentaba hacerse ondas en las puntas del cabello. La miraron apremiantes, pero ella siguió con su rutina. Abrió el baúl y sacó un conjunto de lencería nuevo, el vestido, las medias y los tacones. En un principio, su padre le había aconsejado vía lechuza que se pusiera el vestido verde botella que le compró por su pasado cumpleaños, pero la idea de llevar algo con el color de la casa de las serpientes en público no le parecía demasiado atractiva. Antes de vestirse, se echó crema hidratante por el cuerpo, se perfumó y añadió unas gotas de "
Esencia de Medianoche"
detrás de sus orejas y en sus muñecas. Una vez se hubo puesto la ropa interior, se puso una bata y comenzó a arreglarse el pelo. Se lo secó dándose aire caliente con la varita y luego lo recogió como le había enseñado su tía Anthea;
era un recogido vintage, que quedaba a la altura de la nuca y dejaba unos cuantos mechones sueltos por delante. Se quedó mirando el vestido con ojo crítico. La verdad es que era muy bonito. Lejos de comprar uno de color rojo, se había decantado por uno de color gris perla, con encaje sobre los hombros y en el escote en forma de corazón. Estaba hecho de una tela muy delicada, que parecía adaptarse a sus movimientos cuando se lo probó por primera vez. Por último lo adornaba un sencillo cinturón blanco a la altura de la cintura con un broche de perlas. Se lo puso despacio, con mucho cuidado y se miró al espejo desde diferentes ángulos antes de darle el visto bueno. Una vez se hubo puesto las medias y los tacones, buscó en su baúl un joyero hecho en plata con sus iniciales grabadas. Le daba algo de vergüenza sacarlo, ya que nunca había hecho gala de aquellas cosas tan caras que guardaba en su casa. Sacó unos pendientes y un precioso anillo de oro blanco y dio su look por terminado. Como no quería exagerar el maquillaje, se puso base del mismo color que su tono de piel, un poco de colorete - apenas perceptible - y se concentró más en los ojos, añadiéndoles raya azul, sombra de color gris azulado y rimmel negro. Mirándose por última vez en el espejo, soltó un pesado suspiro y se dirigió a la sala común, donde varios amigos la estaban esperando.
Por lo que parecía, la gente no se esperaba nada ver a Bess de aquella forma, tan elegante, con el pelo recogido y "
los ojos más azules que nunca"
según había dicho la prefecta de último año. Por lo general, no le molestaba que la gente la mirara, pero aquella vez parecía que la miraban demasiado. Quizá solo le molestaba el hecho de que la gente no se percatara la mayoría de las veces de que ella podía ser tan femenina y delicada como cualquier otra chica. Bajó al vestíbulo, donde más miradas se posaron en ella, aunque sabía a la perfección que ella no era ni de lejos la más elegante del lugar. Buscó a sus amigos mirando en derredor, pero no encontró a ninguno. Unos metros más allá, Blood miraba su reloj de bolsillo, por lo que deducía que Gwyn bajaría pronto. Mientras saludaba a unos chicos de Hufflepuff de su mismo curso, se tocaba la cinta de color plateado que llevaba anudada a la muñeca, esperando que no le tocara ir con alguien desagradable. Al rato, se puso a pasear entre la gente, saludando y sonriendo. Ojalá llegara ya alguno de sus amigos... y ojalá no tuviera que obligarla a nadie a asistir a aquel baile con alguien al azar.
[hide:3d01e7f1f4=Vestido de Bess][/hide:3d01e7f1f4]
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demasiado trabajo para mi"
. En Navidad no había podido descansar bien, tan sólo los días en los que había compartido cama con Nick y se sentía sin fuerza alguna para bajar a la gran fiesta que se prepararía unos pisos más abajo en unas horas.
Cuando vio por la ventana que comenzaba a oscurecer, se levantó con parsimonia, se desnudó y puso rumbo a las duchas con su toalla anudada. Se tomó su tiempo, disfrutó del calor del agua, del vapor y del aroma achocolatado de su gel de baño. No le gustaba ir con prisas a casi ningún sitio que no fuera el campo de quidditch, y aquella no era una excepción. A su vuelta a la habitación, las chicas ya se estaban peinando. Una se aplicaba loción alisadora mientras la brocha de la laca de uñas se las pintaba de color rojo, otra se estaba haciendo una bonita trenza que parecía haberse enredado a mitad de su espalda, y Kim intentaba hacerse ondas en las puntas del cabello. La miraron apremiantes, pero ella siguió con su rutina. Abrió el baúl y sacó un conjunto de lencería nuevo, el vestido, las medias y los tacones. En un principio, su padre le había aconsejado vía lechuza que se pusiera el vestido verde botella que le compró por su pasado cumpleaños, pero la idea de llevar algo con el color de la casa de las serpientes en público no le parecía demasiado atractiva. Antes de vestirse, se echó crema hidratante por el cuerpo, se perfumó y añadió unas gotas de "
Esencia de Medianoche"
detrás de sus orejas y en sus muñecas. Una vez se hubo puesto la ropa interior, se puso una bata y comenzó a arreglarse el pelo. Se lo secó dándose aire caliente con la varita y luego lo recogió como le había enseñado su tía Anthea;
era un recogido vintage, que quedaba a la altura de la nuca y dejaba unos cuantos mechones sueltos por delante. Se quedó mirando el vestido con ojo crítico. La verdad es que era muy bonito. Lejos de comprar uno de color rojo, se había decantado por uno de color gris perla, con encaje sobre los hombros y en el escote en forma de corazón. Estaba hecho de una tela muy delicada, que parecía adaptarse a sus movimientos cuando se lo probó por primera vez. Por último lo adornaba un sencillo cinturón blanco a la altura de la cintura con un broche de perlas. Se lo puso despacio, con mucho cuidado y se miró al espejo desde diferentes ángulos antes de darle el visto bueno. Una vez se hubo puesto las medias y los tacones, buscó en su baúl un joyero hecho en plata con sus iniciales grabadas. Le daba algo de vergüenza sacarlo, ya que nunca había hecho gala de aquellas cosas tan caras que guardaba en su casa. Sacó unos pendientes y un precioso anillo de oro blanco y dio su look por terminado. Como no quería exagerar el maquillaje, se puso base del mismo color que su tono de piel, un poco de colorete - apenas perceptible - y se concentró más en los ojos, añadiéndoles raya azul, sombra de color gris azulado y rimmel negro. Mirándose por última vez en el espejo, soltó un pesado suspiro y se dirigió a la sala común, donde varios amigos la estaban esperando.
Por lo que parecía, la gente no se esperaba nada ver a Bess de aquella forma, tan elegante, con el pelo recogido y "
los ojos más azules que nunca"
según había dicho la prefecta de último año. Por lo general, no le molestaba que la gente la mirara, pero aquella vez parecía que la miraban demasiado. Quizá solo le molestaba el hecho de que la gente no se percatara la mayoría de las veces de que ella podía ser tan femenina y delicada como cualquier otra chica. Bajó al vestíbulo, donde más miradas se posaron en ella, aunque sabía a la perfección que ella no era ni de lejos la más elegante del lugar. Buscó a sus amigos mirando en derredor, pero no encontró a ninguno. Unos metros más allá, Blood miraba su reloj de bolsillo, por lo que deducía que Gwyn bajaría pronto. Mientras saludaba a unos chicos de Hufflepuff de su mismo curso, se tocaba la cinta de color plateado que llevaba anudada a la muñeca, esperando que no le tocara ir con alguien desagradable. Al rato, se puso a pasear entre la gente, saludando y sonriendo. Ojalá llegara ya alguno de sus amigos... y ojalá no tuviera que obligarla a nadie a asistir a aquel baile con alguien al azar.
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